EL CANTAR DE LOS CANTARES


                      EL CANTAR DE LOS CANTARES
de 
SALOMÓN



(Versión castellana de Alfredo Pérez Alencart,  hecha en 2008, a partir de la versión portuguesa  de António Salvado, hecha en 1962)





¡Bésame con los besos de tu boca!
¡Porque más embriagantes que el vino son tus amores!
Suave es el perfume de tus bálsamos… Tu nombre va manando de aceites aromáticos… ¡Por eso te aman las doncellas!

¡Llévame tras de ti… Partamos! El rey ya me hizo entrar en sus aposentos, pero sólo contigo nos pondremos alegres, pues más que el vino recordaremos tus amores.

¡Y es que con razón eres amado por toda la gente!




***



Soy trigueña, pero hermosa, hijas de Jerusalén, como las tiendas de Cedar
y como las cortinas de Salomón.
No me miréis con desprecio:
si yo soy morena es porque el sol me quemó…
Los hijos de mi madre se enfurecieron contra mí: me pusieron a guardar las viñas,
¡pero no supe guardar mi propia viña!...

Anúnciame, oh amado de mi alma, a qué pastizal llevas a tu ganado
y dónde descansas al mediodía,
para que yo no esté errante, cual vagabunda,
tras los rebaños de tus compañeros.

Si no lo sabes, oh hermosa entre las mujeres, ve siguiendo las huellas de las ovejas y apacienta tus cabritos
junto a las cabañas de los pastores.

¡A una yegua de los carros de Faraón te comparé, oh mi amada!
Bellas son tus mejillas, como perlas, y tu cuello como collares.
Tendremos que hacerte collares de oro, de plata engarzados.



***


Cuando el rey descansa en su lecho, mi nardo exhala su perfume.

Mi amado es un ramillete de mirra echado para reposar entre mis senos.
Mi amado es un manojo de ciprés, de las viñas de En-gadi.

¡Tú eres tan bella, oh mi amada!
¡Tú eres tan bella!
¡Tus ojos son como los ojos de las palomas!

¡Cuán bello y delicioso eres tú, amado mío!
Nuestro dulce lecho es sólo verdor…
De cedro son las vigas de nuestra casa y los techos de ciprés.



***


Soy el lirio de Saron,  soy la azucena de los valles.

Como la azucena entre espinos,  así es mi amada entre las doncellas.

Como el manzano entre árboles frutales,  así es mi amado entre los jóvenes. 
Me senté a la sombra de aquella  que yo tanto deseaba: 
su fruto es dulce a mi boca. 
Él me introdujo en la bodega del vino: 
y su pendón es el amor.

Reconfortadme con pasas,  reanimadme con manzanas, 
pues languidezco de amor. 
Sostiene mi cabeza en su mano izquierda,  con la derecha me enlaza.

Os suplico, hijas de Jerusalén,  por los venados, por las gacelas de los campos: 
¡no durmáis ni despertéis a mi amor  antes que él lo desee!

¡Oigo la voz de mi amado! 
Helo aquí, que viene saltando por los montes,  traspasando oteros. Mi amado 
es semejante al venado y a la cabra montés. 
Helo ahí, de pie, detrás de nuestra pared,  mirando por las ventanas, 
vigilando por las celosías.




***


Mi amado sube la voz para decirme: 
“¡Levántate, mi amada, belleza mía,  ven hacia mí! 
¡Ya pasó el invierno y la lluvia terminó.  Las flores brotaron en la tierra,  llegó el tiempo de los cánticos  y en nuestra tierra 
ya se oye el arrullo de la tórtola. 
Va ofreciendo sus frutos la higuera 
y la viña en flor derrama su perfume! 
¡Levántate, oh mi amada, belleza mía, ven! 
¡Tú, mi paloma en las grietas de los peñascos,  escondida en lugares escarpados, 
enséñame tu rostro, hazme oír tu voz , tu voz tan cariñosa  y tu faz encandiladora!”

Ahuyentad a las zorras pequeñas  que a las viñas causan daño: 
nuestras viñas ya están en flor.

¡Es mío el amado que apacienta  su rebaño entre azucenas¡  ¡Y yo soy de él!

Antes que amanezca el día  y las sombras desaparezcan, 
queda conmigo, mi amado, y huye después, 
ligero como la gacela o como la cabra montés  por los montes perfumados.




***



De noche busqué a quien mi alma adora Lo busqué, pero no lo encontré.
 ¡Me levantaré y me adentraré en la ciudad  para buscar por calles y plazas  a quien  mi alma adora! 
Lo busqué, pero no lo encontré…
A mí me encontraron los guardias  que custodian la ciudad:   -“¿Vieron por casualidad   a quien mi alma adora?” 
¡Nada más pasarlos encontré  a aquel a quien mi alma adora! 
A él me agarré, y no lo solté  hasta introducirlo en casa de mi madre, 
en la cámara de aquella que me gestó.

Os suplico, hijas de Jerusalén,  por los venados, por las gacelas de los campos: 
¡no durmáis ni despertéis a mi amor  antes que él lo desee!

¿Qué es aquello que sube del desierto  como columna de humo, 
vapor de mirra y de incienso 
y de todas las resinas aromáticas?

Es el palanquín de Salomón: lo escoltan  sesenta guardias de los más fuertes de Israel,  expertos en manejar la espada,  veteranos de los combates, 
cada uno con la espada en la ijada, 
temiendo las sorpresas de la noche.




***



Un trono se mandó hacer el rey Salomón,  con maderas del Líbano. 
De plata puso las columnas,  de oro el dosel, de púrpura el cojín
y el asiento cubierto de piedras preciosas.

Venid, hijas de Sión, y ved al rey Salomón  que trae la diadema con la que su madre  lo coronó el día de sus nupcias, 
el día de júbilo de su corazón.

¡Cómo tú eres bella, oh mi amada,  cómo tú eres bella! 
Tus ojos son palomas a través de tu velo, tus cabellos un rebaño de cabras 
vagando por las vertientes del monte de Galaad. 
¡Tus dientes un rebaño de ovejas trasquiladas  que se acaban de bañar, 
todas ellas idénticas y sin defectos. 
Como cinta escarlata son tus labios,  y tu boca es hermosa! 
Como fruto del granado es tu faz detrás del velo. 
¡Tu cuello es como la torre de David,  construida para arsenal de armas; 
de ella están pendientes mil escudos,  todas armaduras de héroes! 
¡Tus senos son como dos añojos  gemelos de gacela que pastan entre azucenas!

Antes que amanezca el día y las sombras  desaparezcan, iré al monte de la mirra  y al otero de incienso.

¡Toda tú eres bella, oh mi amada,  y eres inmaculada! 
Ven del Líbano, esposa mía, ven del Líbano  a estar conmigo, de la cumbre de Amaná,  de la cumbre de Senir y de Hermon, 
desde la cueva de los leones 
y del barranco de los leopardos.

¡Cautivaste mi corazón, mi hermana-esposa,  cautivaste mi corazón 
con una sola de tus miradas, 
con una única perla del collar de tu cuello!

¡Cómo es delicioso tu amor,  hermana-esposa mía! 
¡De cierto es más suave que el vino! 
¡Y la fragancia de tu perfume supera  al de todos los aromas! 
Tus labios, oh esposa, son como un panal  que destila miel; 
debajo de tu lengua hay leche y miel;  y el perfume de tus vestidos 
es como el perfume del Líbano.

Eres un jardín cerrado, hermana-esposa mía,  eres un jardín cerrado, eres una fuente sellada. 
Tus ramos son una huerta de granados,  y tienes las más extrañas esencias: el nardo  y la canela, el azafrán y la caña aromática,  con todos los árboles de incienso, la mirra 
y los áloes, con los más finos aromas.  ¡Eres la fuente de mi jardín,  la cisterna de las aguas vivas 
que del Líbano manan!



***


¡Despierta, viento del norte,  y acércate, viento del sur!
¡Abanica mi jardín y que se esparzan  sus aromas!

Entre mi amado en su jardín  y coma sus mejores frutos.

Llegué a mi jardín, oh mi hermana,  oh mi esposa… 
Cogí mi mirra con mi bálsamo,  comí el panal con mi miel,  bebí mi vino con mi leche.

¡Comed, amigos! 
¡Bebed y embriagaos, queridos míos!



***


Yo duermo, mas mi corazón vela. 
La voz de mi amado resuena y dice: 
“¡Ábreme, oh hermana mía, amiga mía,  mi paloma, oh mi perfección!...
 ¡Porque mi cabeza está cubierta de rocío,  y de la humedad de la noche mis cabellos!”   Me despojé del vestido: 
¿cómo vestirme de nuevo?  Ya lavé mis pies; 
¿he de volver a ensuciarlos?

Mi amado metió la mano por el resquicio de la puerta y mi vientre se estremeció.
Me levanté para abrirle a mi amado,  y de mis dedos se escurrió la mirra 
sobre la aldaba, y de mi mano goteó la mirra. 
Abrí a mi amado, pero él ya no estaba.



***



Y su huída me hizo desfallecer…  Lo busqué, pero no lo encontré.
 Clamé por él, pero no me respondió. 
Me encontraron los guardas que rondan la ciudad:  me hirieron y me alejaron,
no sin antes quitarme el manto que me cubría. 

Os suplico, hijas de Jerusalén: 
si vieseis a mi amado, 
decidle que estoy enferma de amor.

¿Qué tiene tu amado más que los otros,  oh hermosísima entre las mujeres, 
qué tiene tu amado más que los otros  para que así supliques?

¡Mi amado es cándido y rosado,  y sobresale entre millares. 
Su cabeza es oro, un oro fino; 
Son como hojas de palmera sus cabellos ondulados,  negros como un cuervo; 
sus ojos son como palomas 
a la orilla de los riachuelos, 
bañándose en leche, anilladas como piedras; 
sus mejillas son brotes de plantas aromáticas,  intensamente perfumadas; 
sus labios son azucenas que gotean mirra pura;  sus brazos son cetros de oro 
engarzados con piedras de Tarsis; 
su vientre es de marfil, cubierto de zafiros; 
sus piernas son pilares de alabastro  sobre bases de oro fino; 
su porte es como el del Líbano, 
elegante como los cedros;  su voz vierte dulzuras,
 y todo en él es encanto!

¡Éste es mi amado, éste es mi amigo,  oh hijas de Jerusalén!




***



¿Hacia dónde fue tu amado,  oh hermosísima entre las mujeres,  hacia dónde se retiró tu amado? 
Contigo lo buscaremos.

Mi amado suele bajar a su jardín,  al lugar de las plantas aromáticas, 
para apacentar el rebaño en los jardines  y para recoger azucenas.

¡Mi amado, que apacienta su rebaño  entre azucenas, es mío! 
¡y yo soy toda de él!



***



¡Tú eres bella, amiga mía, como Tirsa,  hermosa como Jerusalén,
 y tienes la majestad de un ejército alineado!  ¡Aparta de mí tus ojos, que me enloquecen! 
¡Tus cabellos son como un rebaño de cabras  que pastan por el monte de Galaad. 
Tus dientes son como un rebaño de ovejas  que salen del baño: todas ellas gestarán 
crías pues, entre ellas, ninguna es estéril. 
Como una granada abierta,  así es tu rostro a través del velo. 
Las reinas son sesenta, ochenta las concubinas  e incontables las doncellas. 
Pero ella es única, mi paloma, mi perfecta  en todo, única para su madre,
arrobo de aquella que la dio a luz! 
La vieron las doncellas  y la proclamaron bienaventurada, 
y las reinas y concubinas le rindieron honores.




***



¿Quién es ésa que surge como la aurora,  hermosa como la luna, brillante como el sol, 
majestuosa como un ejército alineado?

Bajé a mi jardín  para ver los nuevos frutos del valle,  para ver si había abierto la viña, 
y si habían florecido los granados.
No sabía que mi alma me volvería  hasta los carros de Aminadab.

Vuelve, vuelve,  Sulamita, vuelve,  para que nosotros te apreciemos.

¿Para qué necesitas ver a la Sulamita,  como si ella fuese una bailarina  de Mahanaim?

¡Dentro de las sandalias son hermosos tus pies,  oh hija del príncipe!
 Las curvas de tus caderas parecen un collar  hecho por mano de maestro. 
Tu regazo es una torneada taza  siempre llena de licor. 
Tu vientre es como puñado de trigo 
atado con azucenas. 
Tus dos senos parecen crías gemelas de gacela. 
Tu cuello es como torre de marfil. 
Tus ojos, los estanques de Hesbón  junto a la puerta de Bat-rabim. 
Tu nariz es como torre del Líbano,  vuelta hacia Damasco. 
Tu cabeza como el Carmelo;  tus cabellos son color de púrpura  y en ellos ya quedó preso un rey. 
¡Cómo eres tan hermosa  y llena de gracia en tus caricias!
Tu esbeltez es como el porte de la palmera  y tus senos son racimos de uvas.

Pensé para mí: 
subiré a la palmera y agarraré sus frutos.  Y que tus senos sean racimos de uvas,  y tu aliento el aroma de las manzanas,
 y tu boca el mejor vino mojándome  los labios y dientes…
que será bebido por mi amado,
 escurriéndose sobre labios adormecidos.




***



Yo soy para mi amado  y hacia mí se vuelve su deseo.

¡Ven, mi amado! ¡Huyamos al campo!
Dormiremos en las aldeas,  temprano iremos a los viñedos para ver si ya florecieron, 
si ya dieron fruto las parras 
y si los granados se abrieron. 
¡Ahí me entregaré a ti! 

Las mandrágoras esparcieron su perfume… 
¡A nuestra puerta están todos los frutos  más sabrosos, los recientes y los tardíos, 
que yo había guardado sólo para ti, mi amado!

¡Quién diera que fueses mi hermano  y que hubieses mamado en los senos de mi madre!: 
si te encontrase en la calle, 
yo podría besarte sin censura alguna. 
Habría de guiarte,  habría de llevarte a casa de mi madre,  y tú allí me enseñarías. 
Y yo te haría beber un vino perfumado,  el mosto de mis granadas…

Sostiene mi cabeza en su mano izquierda  y con la derecha me enlaza.

Os suplico, hijas de Jerusalén: 
no despertéis ni hagáis velar a mi amor  si él no lo desee.



***



¿Quién es esa que sube del desierto,  apoyada en su amado?

Debajo del manzano en que te hice despertar… 
Fue allí que tu madre te concibió,  que ella te dio a luz. 
¡Grábame como un sello en tu corazón,   grábame como un sello en tu brazo! 
¡Porque el amor es fuerte como la muerte,  el celo voraz como los abismos 
y sus brasas son llamaradas de fuego! 
¡Ni el diluvio podría extinguir el amor,  ni los ríos ahogarlo!

¡Y aunque alguien ofreciese  todas las riquezas de su casa para comprar amor,  solamente conseguiría desprecio!




***


Tenemos una hermana pequeñita  y ella aún no tiene senos. 
¿Qué habremos de hacer con ella el día en que fuera pedida? 
Si ella fuese una muralla,  en la cima edificaremos troneras de plata…  y si ella fuese una puerta,  deberemos guarnecerla con tablas de cedro.

Yo soy una muralla  y mis senos son como torres;   por eso a sus ojos me volví 
como aquella que trae la paz.

Salomón tenía una viña en Baal-hamón  y confió la viña a guardas. 
Cada uno debía entregarle  mil siclos de plata por el fruto… Mi viña es sólo mía:  para ti, Salomón, los mil siclos,  y doscientos para los guardas 
que de ella cogen fruto.

Estás sentada en medio de los jardines.
Los compañeros escuchan tu voz.
¡A mí también déjame oírla!

Corre, mi amado, como la veloz gacela o como cabra montés 
que salta por los montes perfumados.






Fray Luis  (en octava rima)

Béseme con su boca a mí el mi amado.
Son más dulces que el vino sus amores; tu nombre es suave olor bien derramado, y no hay olor que iguale tus olores; por eso las doncellas te han amado.



Salvado-Alencart


¡Bésame con los besos de tu boca!
¡Porque más embriagantes que el vino son tus amores!
Suave es el perfume de tus bálsamos… Tu nombre va manando de aromáticos aceites… ¡Por eso te aman las doncellas!




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